Colaboradora: Maribel Díez Jiménez
El oficio de nodriza o ama de cría ha sido hasta mediados del siglo XX, uno de los más constantes a lo largo de la Historia realizado por las mujeres. Aquí nos ocupamos de las nodrizas externas que trabajaron para el Hospital Real de Guadix cubriendo la necesidad de crianza de expósitos que en esta tierra, como en el resto de la Corona, se generaban.
Si bien los siglos XVIII y XIX están bien estudiados, en cuanto a salarios de las nodrizas y el significado de su aportación a la economía familiar, en la reciente obra editada por Carmen Sarasúa, el XVI anda más escaso de información y por ello, la relevancia de una serie de datos entre 1576 y 1584. En este período de ocho años constan más de un centenar de nombres con apellidos femeninos, incluidas en la nómina del Hospital que aportan un salario fijo y constante a sus hogares. Pero antes, veamos algo de esta tierra.
Guadix constituía el centro de un Corregimiento de vasto territorio jurisdiccional, y una de las cuatro sedes episcopales fundadas en el Reino de Granada tras la conquista castellana; una zona en pleno proceso de repoblación felipista y con una complejidad y riqueza en su composición social que no se debe obviar. Se inicia un doble proceso, por un lado el acaparamiento de tierras mediante la acumulación de suertes de vecindad y por otro, de proletarización de la población, aumentando la marginalidad de un sector que se asentará, entre otros lugares, en las cuevas de la ciudad. En este momento, no se reparten las tierras y los bienes confiscados a los moriscos, sino que se arriendan y se venden al mejor postor concentrándose en manos de las élites urbanas. Precisamente un porcentaje importante de esta vecindad más empobrecida, aproximadamente un 10 por ciento, va a poder acceder a unos ingresos seguros durante unos años y con unas repercusiones que van más allá del ámbito familiar.
La generalización del servicio y las tácticas de las mujeres para conseguir y mantener un salario, entre los siglo XVI y XVIII, dan materia más que suficiente a humanistas, moralistas o ilustrados, para enjuiciar, valorar y criticar tanto a los demandantes como a las proveedoras del servicio. En el siglo XVIII, el fenómeno de la exposición adquiere unas enormes dimensiones, opinando los tratadistas del momento que las mujeres que trabajan en las inclusas son las peores -precaria salud, reprobable reputación y actitud cuestionada-, que ofrecen sus servicios a las Casas-Cuna tras ser rechazadas por los particulares que buscan para sus hijos la mejor crianza. Estos tratados llevan a autores actuales a calificar el nodridaje de fracaso, o a afirmar que las nodrizas institucionales, tanto dentro como fuera de la Inclusa, son las que mayor precariedad presentaban. A pesar de todas las malas praxis y fraudes que se les atribuyen, las amas de leche externas, constituyeron la columna vertebral del sistema de asistencia infantil y, al fin y al cabo, el elemento reequilibrador ante el abandono.
En nuestro caso, las amas de leche trabajan en su domicilio y realizan una actividad reconocida, remunerada y reglada. El Hospital, además de acoger enfermos pobres funcionaba como inclusa: recogía niños expósitos, se convertía en su tutor y los distribuía entre las nodrizas que eran las que realmente los iban a criar, viviendo y trabajando en sus casas. Además los bautizaba, enterraba, pagaba la manutención de su crianza y a los que sobrevivían, les buscaba quién los prohijara o los cogiera a soldada.
Esta actividad, la lactancia mercenaria, formó parte de las estrategias económicas habituales de un número importante de familias, complementando en mayor o menor medida los jornales y rentas agrarias, normalmente escasas. Sabemos que en Guadix continuará durante los siglos XVII y XVIII bajo la misma fórmula. Una de las principales características de este ingreso exclusivo femenino se basaba en que era estable, seguro y no estacional, como la mayoría de ingresos del campo. Si bien es verdad que los salarios eran bajos –estaban en consonancia con los de otras institucionales- debían compensar los gastos y dificultades, pues algunas mantenían dicha relación contractual hasta seis y siete años en que eran devueltos al hospital para ser prohijados y aprender un oficio en el caso de los varones, y en el de las niñas trabajar a servicio y soldada. Esto convertía al Hospital en un yacimiento de empleo femenino permanente.
El perfil sociológico y laboral de las nodrizas correspondía al grupo humilde de la población, aunque la variabilidad de situaciones personales y sociales debió ser alta, siendo las viudas uno de los grupos más valorados. Vivían en los arrabales, cuevas y algunas en los pueblos colindantes como Marchal, Beas, Cogollos, La Peza y Purullena. Como trabajaban en sus casas podían criar a sus hijos, a los expósitos, y alternar con otros trabajos productivos, caracterizándose por su flexibilidad y pluriactividad.
Tenían autonomía, si las comparamos con las nodrizas de familias, puesto que ellas eran las que realizaban el contrato y cancelación con el Hospital y las que directamente cobraban sus salarios, en metálico y/o especie. En muchos casos, criaban simultáneamente a varios expósitos –amamantamiento y destete con diferentes salarios- y era frecuente el traspaso de estos de unas mujeres a otras por parte del Hospital, dependiendo del cambio de circunstancias y necesidades.
Una idea que aún perdura es que lo común era dejar morir a las niñas antes que a los niños, sin embargo, no hemos encontrado indicios diferenciales por sexos en la mortalidad de los expósitos. Otro valor añadido de Guadix como agrociudad, es que debió ser óptima para criar expósitos: por el menor hacinamiento frente al de las grandes ciudades y por el mayor control social e institucional que dificultaba los fraudes. La continuidad de mujeres contratadas por el hospital -repetición de nombres durante años-, es un indicador de calidad “profesional” refutando, al menos para este periodo y lugar, la teoría del fracaso de las nodrizas institucionales.
Son muchas las incógnitas que nos quedan por resolver acerca de estas asalariadas, entre otras qué nivel de conciencia tenían de la lactancia como método anticonceptivo y especialmente, qué porcentaje sobre el total familiar representaba el ingreso aportado por las nodrizas. Sea cual sea este dato, las nuevas categorías de análisis aportan nuevas formas de evidenciar y dignificar el pasado laboral y económico de un importante colectivo de mujeres.