BIBLIOTECA TRAMA

Empresarias, vendedoras, artesanas y ‘maestras silenciosas’. Las mujeres en la artesanía platera de Málaga (siglo XVIII)

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La normativa corporativa de la Monarquía Hispánica tendió, a diferencia de la estudiada en otros territorios, a la exclusión de las mujeres como miembros de pleno derecho, en un proceso de masculinización institucional acentuado en los siglos modernos (López Barahona, 2019; Crowston, 2008). En este contexto, los gremios plateros, convertidos en Colegios-Congregación en el siglo XVIII en un deseo de distinción, no quedaron exentos. Las mujeres, ya fuesen esposas o hijas de maestros, se ubicaron en las zonas limítrofes del sistema, toda vez que la polivalencia del espacio de la casa-taller abrió la puerta a una participación más activa que la reconocida por las ordenanzas aprobadas (Hidalgo Fernández, 2022).

Para las malagueñas, firmadas en San Ildefonso a 24 de agosto de 1733, la ocupación femenina se limitó únicamente a la muerte del maestro, otorgándole la capacidad de mantener abierto el taller aun con la obligación de incluir a un “mancebo”, quedando limitada la capacidad de acción. En este sentido, la producción historiográfica ha mostrado un cierto interés en por las viudas como continuadoras de los negocios, observándolas en cierta medida como un gozne intergeneracional, en tanto que figura intermedia en el proceso de reproducción del oficio de padres a hijos. En otras ocasiones, las mujeres se han incorporado a los estudios relativos al trabajo manufacturero por sus vinculaciones familiares o por el papel jugado en los escenarios religiosos como la congregación. Junto con esta producción, que no pone su lente en el reconocimiento de su agencia, lo cierto es que son numerosas las investigaciones que han venido demostrando la relevancia de su aporte económico, reconociéndolas, en palabras de Romero Marín (1997), como ‘maestras silenciosas’. Así, desde los límites externos de los gremios, y centrándonos en el entorno puramente productivo, las mujeres han de ser contadas como una fuerza de trabajo cuya movilización era necesaria en el desarrollo de todas las actividades realizadas la tienda-taller.

No obstante, son conocidas las limitaciones metodológicas y relativas a las fuentes que nos encontramos en estas investigaciones que tratan de visibilizar un esfuerzo laboral, sino oculto, sí infrarrepresentado a tenor del sesgo de género que caracteriza la documentación y, especialmente, a unos recuentos poblacionales muy sesgados, ya por la forma de recuente, ya por la intencionalidad con la que se elaboraron. Ante ello, la interacción entre la historia de la familia y la historia del trabajo se hace necesaria, avanzando en unas perspectivas más cualitativas sobre la base del entrecruzamiento de distintas tipologías documental, donde las escrituras notariales juegan un importante papel (Martini y Bellavitis, 2014; Zucca Micheletto, 2014).

Tomando como laboratorio de observación a los plateros malagueños del siglo XVIII, hemos podido identificar distintas actividades laborales por parte de las mujeres en un sector y un oficio, el metal y la platería, muy masculinizado. Efectivamente, su ‘maestría silenciosa’ se puso de manifiesto de muchas formas, desde su participación en la venta de los productos hasta la gestión del negocio, prueba inequívoca de los conocimientos que poseían. Una formación en el oficio que pudo originarse desde edades muy tempranas, gracias a una endotecnia, esto es, a una transferencia de los saberes dentro de la familia, que no fue exclusiva de los hombres. Prueba de ello lo encontramos en algunas declaraciones testamentarias otorgadas por los padres maestros, quienes reconocen como en el caso del platero Pedro de Burgos, la dedicación de sus hijas, a quienes compensaban por “haber sido muy obediente y tenido especial cuidado y asistencia en mi persona, tráfico e intereses de mi casa y caudal” (Archivo Histórico Provincial de Málaga, AHPM, Leg. 2811, f. 538v.). Referencias que, si bien es cierto, no siempre se incorporaron, no pueden pasar desapercibidas, en tanto que su inclusión tenía como objetivo hijas que permanecían solteras, pudiendo ampliarse esta realidad al conjunto de la descendencia femenina antes de abandonar el hogar familiar.

Esta formación y ocupación posibilitó configurar un capital inmaterial, al que se unió otro material en forma de herramientas, que hicieron de ellas unas candidatas idóneas para otros miembros del oficio, siendo el caso. Sin embargo, más allá de reconocer su papel dentro de un mercado matrimonial ciertamente limitado, la posesión de una dote útil para la existencia de un nuevo negocio y de una red de relaciones sociales que favoreciesen la inclusión de elementos ajenos al gremio, pudo posibilitar una reformulación –siempre limitada de acuerdo a la realidad patriarcal– de los papeles asumidos en el hogar, pues originarían relaciones de dependencia del hombre para con la mujer aumentando así sus propias capacidades de acción dentro del negocio. Las segundas nupcias son, aquí, un ejemplo paradigmático como pueden observarse en los matrimonios de Lázaro de la Plaza con la viuda Catalina Gordillo o de Blas Julbe con Manuela Aguirre.

Por otro lado, la confianza generada en el seno de la pareja posibilitó en ocasiones que ellas tomaran el control del negocio en momentos de ausencia de sus maridos, pudiendo reconocer en ello, como ya hemos señalado, que en el transcurso diario algunas obligaciones fueron compartidas. En estos términos se expresaba el platero Tomás de Nájera quien, por motivo de un viaje de tipo comercial, concedía a Francisca Fernández de Lima, su esposa, amplios poderes de actuación:

Y dijo que el otorgante está para hacer ausencia de esta ciudad como continuamente la hace a dependencias que se le ofrecen, y para que haya persona que rija y gobierne la tienda y trato de platería que trate, administre y venda diferentes posesiones, bienes muebles y semovientes que el otorgante tiene y posee en esta ciudad, haga y disponga de él como le pareciere por el tenor de la presente otorga que da todo su poder cumplido bastante el necesario en derecho y que más pueda y debata valer a doña Francisca Fernández de Lima, mujer legítima del otorgante, especial y generalmente que en nombre del otorgante y representando su propia persona rija y gobierna la dicha tienda de platería y administre todo y cuales quiera bienes muebles, raíces y semovientes (AHPM, Leg. 2607, f. 626).

En suma, en la participación de las mujeres en el ámbito manufacturero de tipo corporativo puede observarse un importante contraste entre la normativa que debía regir la vida de los talleres y una práctica social mucho más flexible. Una cuestión que explica este hecho sería la difícil divisoria entre las tareas puramente domésticas y otras enfocadas exclusivamente al taller, en tanto que ambas esferas quedaban superpuestas. Bajo este prisma, la autoridad de la esposa era igualmente reconocida como ‘maestra’ por el resto de los integrantes del hogar entre los que hay que contar aprendices y oficiales. Por otro lado, su implicación trasciende en muchas ocasiones la de ser una continuación del marido maestro. Es obvio que las mujeres tuvieron que enfrentarse a unas relaciones fuertemente marcadas por la diferenciación sexual del trabajo, pero también hemos de intentar reconocer las grietas por las que su agencia se dejó ver.